Tuesday, May 1, 2018

Vacaciones en Puerto Carreño

El Orinoco, y del otro lado… Venezuela

por Natyuliz América Lazarde Martínez 


En enero, tomándonos un café, mi esposo y yo conocimos un canadiense con ya algunos años en Colombia.  Nos habló de su Reserva Natural La Pedregoza, ubicada a algunos kilómetros de Puerto Carreño, en Vichada.
Un mes más tarde, en esos vuelos madrugadores del sábado, llegamos a Puerto Carreño en un viaje familiar.  El avión aterrizó y despertándonos de un sueñito reparador, desembarcamos.  El calor nos recibe con los brazos abiertos, lo cual agradecemos después de los días fríos que estaban haciendo en Bogotá.
Al salir del aeropuerto, estaba nuestro anfitrión, quien nos llevó a tomar el desayuno en su camioneta.  Paseando un poco por el pequeño Puerto Carreño, nos paramos en un desayunadero, donde no podían faltar los huevos revueltos, arepas fritas y café.

El río Bita y la playa del Puente Paso Ganado
En la esquina, en una gran bolsa tendida sobre el andén, grandes tortas de casabe para la venta.  Hacía muchos años que no había visto el casabe, si bien no sabe a nada, y es muy seco para algunos gustos, para mí es un recuerdo de infancia, y es buen acompañante del quesito derretido o de la sopa.  Luego del desayuno, y de comprar un par de tortas de casabe, subimos a la camioneta nuevamente para tomar la vía a La Pedregoza.  Pasamos frente del puerto, donde el Orinoco, tranquilo, como si no fuese uno de los cinco ríos más caudalosos del mundo, separa a Colombia de la hermana República de Venezuela, que se ve ahí no más.  Paisajes áridos y verdes a la vez, adornaban nuestro camino.  Unos kilómetros más adelante, como en pueblo sin ley, paramos sobre un puente con estructuras oxidadas pero firmes sobre el río Bita, en el que una playa se asomaba con arena color bronce, donde disfrutamos del viento y de una breve charla para luego continuar. 

Experiencias en la Reserva Natural La Pedregoza


Al cabo de 40 minutos aproximadamente, ya estábamos en La Pedregoza, una finca forestadora de 2.650 hectáreas con una reserva natural de 1.200 hectáreas conservadas, donde hay un eco hotel de habitaciones sencillas y suficientes para nuestra estadía, con hamacas colgadas en el pasillo.Pasamos ahí dos días, durante los cuales visitamos un par de senderos donde estás rodeado de árboles  y una vegetación bastante tupida, pero que cuando menos lo esperas, se abre ante tus ojos una playa de río o un pozo de agua cristalina.  Uno de esos caminos que hicimos, terminaba en el río Bita, que en esa temporada se le forma una playa que invita a disfrutar del sol, la arena y sus aguas oscuras.  El paisaje de playa en los ríos es muy diferente a las playas en el mar, la arena pareciera tener distintas tonalidades de marrón a medida que va descendiendo el nivel del agua y al contrario de cuando estás en el mar, en vez del horizonte, está la otra ribera, lo cual te da la sensación de estar en un ambiente controlado.  En el otro camino, el fin lo marcaba un pozo de agua cristalina, donde disfrutamos de un refrescante baño rodeados de árboles.
 
Pino caribe – La Pedregoza
En el año, se presentan dos épocas marcadas, las de aguas bajas y aguas altas.  En aguas altas, estas caminatas se transforman en paseos a kayak, y aunque no lo he vivido en esta zona, la experiencia de navegar entre la copa de los árboles también tiene su encanto. Durante la estadía en la reserva, recorrimos distintas siembras, como pinos caribe, acacias y árboles de marañón, es una mezcla de paisajes y aprendizaje, porque todo es experiencial, a manera de conversación, sin caer en cátedras largas y aburridas, aprendes de la ciencia que hay detrás de un proceso de siembra, de cómo la selección natural actúa haciendo que sobrevivan los árboles más fuertes, de cómo enriquecen el suelo con la misma materia orgánica de la que disponen, extraen la miel de abejas de las acacias y otras experiencias, que te da la idea de que todo lo que ves engrana, que todo se aprovecha, nada se pierde, y que además todos estos procesos apoyan al progreso de la comunidad. 


Buscando marañón
Para nuestra fortuna, los árboles de marañón tenían frutos, una fruta que mis hijas no conocían, y que no se ve mucho por estos lados del país.  Como cazadores furtivos, en nuestros recorridos por estos sembradíos, avistábamos a lo lejos los puntos rojos y amarillos en los árboles, las niñas bajaban de la camioneta cual emisarias con una gran misión a tomar los marañones maduros.  Volvían con varios en la mano y otro en la boca, con las mejillas rojas y el cabello pegado en sus cabezas del sudor.  Y así se nos pasaba el día, recorriendo la reserva, cogiendo frutos directamente de la naturaleza, aprendiendo del ecosistema y parándonos en serranías para observar paisajes de sabanas y morichales, donde el moriche emergía del tumulto como planta dominante que es.
Morichal – Reserva Natural La Pedregoza - Vichada


Flor de Jamaica
Una de las experiencias memorable para mis hijas, fue probar la flor de Jamaica, pero no en té, sino directamente del arbusto.  Hasta para mí era una novedad, que siempre las había visto deshidratadas dentro de una bolsita en las tiendas naturistas.En la tarde, después del inclemente sol, nos sentamos con una bebida refrescante a observar cómo el sol se escondía en un hermoso atardecer, para luego cenar un delicioso plato preparado por una señora de la comunidad, con ingredientes locales, y que vale la pena decir tenía muy buena sazón.Temprano en la noche, apagan la planta que da vida a las habitaciones, lo cual lleva a los niños a dormir temprano y a los papás a disfrutar de la tranquilidad de la noche y las estrellas desde las hamacas del pasillo.

La despedida

Atardecer llanero
Este es un plan de naturaleza perfecto para disfrutar en familia con niños pequeños, porque aprenden de manera experiencial, disfrutan de la naturaleza y el estar al aire libre, volviendo en la noche a una cómoda cama y baño privado, protegidos de los insectos y de los terrores nocturnos.
Después de almorzar, indecisa entre vestirme para el calor o para el frío, nos despedimos de ese hermoso paisaje.  Regresamos a Puerto Carreño a esperar nuestro vuelo nocturno, mientras tanto aprovechamos de dar una vuelta y comprar unos paqueticos de nuez de marañón, que inicialmente eran para llevar a Bogotá pero terminamos llevándolos puestos (en la barriga).  También compramos el equivalente al jarabe de propóleo, que todo lo cura, pero de marañón.
Horas más tarde, estábamos de vuelta a Bogotá, vía a la casa en un taxi amarillo con las niñas en nuestro regazo sumergidas en un sueño profundo, cansadas de ese viaje fugaz pero llenas de experiencias, que sabíamos iban a contar a sus amiguitos del colegio al día siguiente… y en la maleta, mis tortas de casabe, las cuales disfruté durante un par de meses.
 

Para viajar a La Pedregoza y el Vichada, contacte a Natyuliz América Lazarde Martínez por el siguiente link: http://www.astrybal.com/viajar-en-colombia/